domingo, 9 de mayo de 2010

Exitos o Fracasos



Sucede que en nuestra vida profesional o laboral, en nuestros estudios o en nuestras relaciones humanas nos vemos enfrentados a experiencias o situaciones que acostumbramos a calificar de positivas o negativas. Al fin obtuvimos ese cargo por el cual tanto nos habíamos esforzado o nos adjudicamos ese proyecto que nos colmará de orgullo, prestigio y dinero. Tal vez ocurrió que fuimos despedidos de nuestro trabajo o recibimos una baja calificación en un examen o tal vez nos abandonó nuestra pareja. Frente al éxito nos dedicamos a celebrar y a disfrutar. Frente al fracaso nos dedicamos a lamentarnos de nuestra mala suerte y a preguntarnos por qué nos ha pasado eso a nosotros.


Si nos detenemos un poco a pensar nos daremos cuenta que quedarnos anclados en el lamento de nada servirá. Tampoco valdrá mucho el disfrute del éxito conseguido.

Es difícil mantener una posición “neutral” frente a lo que nos ocurre. Automáticamente tendemos a gozar o sufrir con nuestras vivencias porque estamos anclados en nuestro ego. Se requiere una formación especial, algo así como un entrenamiento zen para tomar distancia de nuestro ego y dedicarnos a ser observadores de nuestros propios actos y de sus resultados con prescindencia de nuestro amor propio. Dedicarnos a disfrutar de la vida, como diría el místico.

¿Podemos extraer algo útil de este tipo de experiencias? Fracasé en ésta oportunidad ¿Y qué? Tuve éxito ¿Y qué? ¿Qué valor agregado se esconde en esa experiencia para mi crecimiento personal? ¿Cuánto ahorro de tiempo o de recursos implicará en mi futuro desempeño profesional? ¿Qué aporte hay allí para nuestra sociedad? ¿En qué se beneficiará nuestra madre naturaleza?

Los éxitos o fracasos de nuestra vida son simplemente experiencias “a secas” de las cuales debiéramos extraer una enseñanza y aprendizaje. Ambos tipos de experiencias conllevan una enseñanza subyacente que tenemos que descubrir y aquilatar, independientemente de los adjetivos, de las calificaciones “positivas” o “negativas” con que queramos etiquetarlas. Aunque suene a lugar común.




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